Introducción a la Meditación y la Contemplación de San Ignacio
Ignacio de Loyola, en sus ejercicios espirituales, habla sobre dos formas poderosas de orar con la Palabra, las cuales nos pueden llevar a niveles más profundos de comunicación con Dios: la meditación y la contemplación. En la meditación, buscamos una reflexión profunda sobre la verdad leída, dándole un espacio para que resuene en nuestro corazón. En la contemplación, Ignacio invita a usar nuestra imaginación para acercarnos al Señor, sumergiéndonos completamente en una escena, observando las personas, escuchando las palabras, y notando cada acción.
Rut y Noemí
En el primer capítulo del Libro de Rut, encontramos el comienzo de una historia que encierra profundas enseñanzas. Noemí y sus dos nueras, Orfa y Rut, quedan viudas en un tiempo de gran sufrimiento. Ante esta adversidad, Noemí decide regresar a Judá desde Moab, llevándose consigo a las jóvenes. Sin embargo, pronto se da cuenta de que la travesía no será fácil, y el futuro incierto. Así que, en un acto de generosidad y amor, las bendice para que regresen a la casa de sus padres y encuentren nuevos esposos y una vida mejor.
Entre abrazos y lágrimas, Orfa decide regresar al hogar de sus padres. Pero Rut, en un acto de fidelidad y amor inquebrantable, elige quedarse al lado de su suegra. En esta escena, hay tantas capas para meditar, contemplar y orar.
Meditación
Rut le dice a Noemí: “Donde tú vayas, iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16). Este es un ejemplo del amor más puro y genuino. Imagina la profunda amistad de estas dos mujeres, más allá del vínculo que las unió por el matrimonio de Noemí y su hijo. Hay una conexión más allá de lo físico, un amor que trasciende las circunstancias.
Otro aspecto para meditar es la generosidad de Noemí, su capacidad de soltar a las jóvenes sin exigencias, sin egoísmo, pensando solo en su bienestar. Es un acto de amor que refleja una gran fe.
La fe, como diría San Pablo, es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Noemí era una mujer de fe, y Rut, al ver este testimonio, se convierte. Ya no buscaría los dioses de Moab, sino que abraza al Dios de Israel, nuestro Dios. Juntas llegan a Belén, la “casa del pan”, en tiempos de cosecha.
Ambas mujeres, una en un acto de soltar con amor y la otra en un acto de abrazar con lealtad, caminan juntas en esperanza, aunque no tengan nada material. Honran los valores del amor familiar y la amistad con humildad y entrega. Y así, Rut, una mujer moabita, llega a ser la bisabuela del Rey David, y una de las pocas mujeres mencionadas en la genealogía de Jesús según el Evangelio de San Mateo.
Reflexión final
¿Cuáles son las amistades que, como la de Noemí, tienen una buena influencia en tu vida?
¿Cómo demuestras tu fidelidad a Dios?
¿Y cómo la demuestras al prójimo?
¿Eres capaz de soltar y dejar que Dios actúe en los momentos de reto y desafío?
¿Quién es tu Dios?
¿Dónde está tu Belén?
Te invito a reflexionar sobre estas preguntas, y quizás a formular algunas propias. Contempla la escena con tus ojos espirituales y sumérgete en ella. ¿Qué descubres? ¿Qué mensaje personal e íntimo tiene el Padre amoroso para ti? Te animo a compartir tus respuestas y reflexiones en los comentarios.
Un comentario
Honran los valores del amor familiar y la amistad con humildad y entrega, practicar soltar y amar sin condiciones! Anteponer a nuestro señor Dios como guía siempre !